Acaso podamos recordar en nuestra vida, o hayamos oído de
otros, relatos sobre períodos de la vida donde reinó la felicidad, donde quizás
todo era maravilloso.
Es importante tomar esas vivencias como lo que son, una consecuencia
de un cúmulo de circunstancias favorables que difícilmente pueden durar
demasiado.
Y en otros casos la idealización solo se sostiene porque la
persona ignoraba, voluntariamente o no, otras circunstancias que no eran
favorables; y si fuera voluntario por supuesto sería un autoengaño.
No es mi intención quitar valor a esas vivencias, muchas de
las cuales por supuesto serán genuinas. Pero sí es importante que la persona no
se deje llevar por la búsqueda de tales estados de felicidad habiéndolos
transformado en su estándar, y por tanto minusvalorando su estado actual. Eso
conduciría a todo tipo de frustraciones y otros desequilibrios.
¿Dónde está la dificultad? ¿Por qué no puedo ser feliz, ser
siempre feliz? Muchos se preguntarán.
La tan cacareada búsqueda de la felicidad es en realidad una
evasión; es una huída de nuestras circunstancias actuales, las cuales
consideramos no ideales, en pos de un estado donde las cosas sean mucho más fáciles,
o quizás simplemente deseamos unas circunstancias distintas. Si eso se
consiguiera y pasase a ser un estado permanente, el tedio o nuevas dificultades
no tardarían en aparecer, y de nuevo se generarían infelicidades.
¿Es por tanto la felicidad algo inalcanzable?
La felicidad es un estático, una idealización, es una foto,
un pequeño universo donde no hay cambios contrarios a nuestras circunstancias.
Tomemos por ejemplo la vida de un gran campeón de algún deporte,
donde la persona es tratada con algodones por su entorno para que pueda
centrarse en lo que es su fuerte. No se nos escapará que buena parte de su
entorno actuará por interés, puesto que no querrán renunciar a los grandes ingresos
que comporta. Eso implicará que se tolerará que la persona actúe de forma
muchas veces inmadura, sin corregirle, no fuera que nos rechazase y se corte la
fuente de ingresos. Lo mismo puede aplicarse a empresarios de éxito, a
millonarios, a famosos de toda índole, etc.
¿Es acaso feliz esa persona que vive dentro de unas
supuestas circunstancias favorables? Quizás sí lo sea en parte mientras
disfruta de su deporte, de su empresa, de sus conciertos... Pero el resto del
tiempo mayormente estará solo aunque esté acompañado, puesto que no tendrá una
convivencia real sino ficticia, de aduladores que le mantienen alejado de la
realidad. Pero como la realidad es tozuda esa persona observará cosas que no
cuadran, apenas obtendrá amor incondicional real de otros, y acabará
sintiéndose vacía. Y tendrá que cambiar.
Tomemos otro ejemplo completamente distinto, donde una
pareja muy enamorada vive maravillosamente durante un tiempo donde todo es
color de rosa. Por supuesto la realidad acaba imponiéndose y aparecen
dificultades, y a partir de allí las cosas serán distintas, y la pareja algo
tendrá que cambiar para poder durar.
¿Qué tienen en común ambas vivencias? El cambio. Las cosas
cambian y fuerzan un cambio. O no cambian demasiado y nos hastiamos de ellas, y entonces
nosotros nos vemos forzados a cambiar.
¿Por qué el cambio es inevitable? Por la imperfección, por
la incompletitud. Al no ser nada perfecto inevitablemente cambiará. Las cosas
no se sostienen en el tiempo. Hasta una roca acaba siendo desmenuzada, hasta una
montaña desaparece.
Aspirar a un estático, a un no cambio, aspirar a la
felicidad plena y continua, es una contradicción. Es esperar llegar a algo que
no existe ni puede existir.
Estamos avocados al cambio, a superar nuestras dificultades
actuales, a encontrar nuevas metas, en definitiva, a evolucionar.
Y sin duda el cambio será más llevadero si colaboramos entre
nosotros.
Que nuestra felicidad sea el camino por entre el cambio.