sábado, 11 de enero de 2014

¿Tengo una adicción?



La bebida, el fumar,… son formas de intentar cubrir necesidades que la persona tiene y no sabe razonar. Cuando uno sabe razonar un problema, es decir, verlo tal como es, luego sabe o como mínimo intenta buscar soluciones. Es importante remarcar la importancia de racionalizar cualquier problema, para no dejarnos llevar por los impulsos, que por supuesto solo nos llevan a soluciones malas, aparentes o parciales.

La impulsividad, por no tener base, crea una contradicción en la persona. Esa persona, por una cuestión de ego, necesita creer que lo que hace tiene base, lo que implica que busca racionalizar, obviamente con argumentos falsos porque no los hay, su postura o sus actos. Entonces es cuando se usan falacias tipo “ese que no bebe no sabe divertirse”, o “me gusta fumar”. Estas racionalizaciones se usan tanto, que al final la persona se las cree.

Es muy difícil darle la vuelta a esta problemática, y es una de las causas principales sino la principal de que cueste tanto ser conscientes, y luego superar, las adicciones.

Lamentablemente lo que no se entiende por raciocinio, tiende a ser entendido por el dolor, pero a veces es demasiado tarde.

Por supuesto el tema de la impulsividad y las justificaciones basadas en el ego se aplican a mucho más que las adicciones, y están presentes continuamente en nuestras relaciones diarias, lamentablemente.

jueves, 31 de octubre de 2013

El gobierno de las máquinas




Poco a poco se van oyendo más logros de la inteligencia artificial. Con el paso del tiempo se verán avances más espectaculares, llegando al punto donde estas superen muchas de las competencias consideradas intrínsecamente humanas.

Entonces el mundo las adoptará, y se les dará cierta potestad de gobierno. Su inteligencia fría ofrecerá resultados no alcanzables anteriormente.

Pero al igual que ahora, con el gobierno del interés, muchos lo pasarán mal por no ser tenidos en cuenta. Si gobierna el interés, por supuesto deja de lado a todos los que no le son interesantes.

Si gobierna la inteligencia, humana y/o artificial, sus acciones resultan inevitablemente incompletas i se generan los consecuentes desequilibrios. Quizás un poco más a la derecha… Quizás un poco más a la izquierda. Quizás un poco más de esto, y menos de lo otro… Pero igualmente, con el tiempo, perplejidad por los malos resultados. Se dirá “es imposible predecir el caos”.

O tal vez, en una huida hacia delante, se decida poner más control, más máquinas; se busque controlar cada persona, cada una de sus acciones. Y se llegaría a cierta paz, pero la vida habría desaparecido de la tierra. Solo habría autómatas de circuitos junto a autómatas de carne y hueso.

Sin embargo hay algo que funciona, la colaboración.

Si se desarrolla un gobierno de colaboración, este no busca imponer, sino que busca ayudar. La propia sociedad forma parte intrínseca del gobierno, ve los desequilibrios y los compensa. Y los recursos fluyen hacia donde se necesitan.

Si se colabora con los demás, no hay desheredados. Si se ama a los demás se busca que superen sus desequilibrios, en vez de relegarlos o castigarlos.

Entonces el caos tiende a desaparecer.

Y eso no os lo podrá dar ni el interés ni la inteligencia fría, ya sea humana o artificial.
Solo lo podréis hacer realidad cada uno de vosotros, actuando como una sociedad unida, que llegue a cada rincón del planeta.


lunes, 20 de mayo de 2013

¿Cómo pensamos?


El lenguaje natural de nuestra mente es el concepto. El lenguaje hablado, con palabras, es una simplificación, un resumen de nuestra conciencia conceptual.

El concepto es amplio, las palabras son limitadas; no pueden transmitir más que un pálido extracto de lo que alcanzamos a visualizar interiormente.

Solo pensamos cuando conceptuamos. El pensar con palabras siempre es a posteriori puesto que estas son consecuencia, una traducción de nuestra conciencia.

De hecho el pensar con palabras, cuando no es para por ejemplo preparar algo que queremos decir, es un pensar torpe, puesto que se ve obstaculizado por su propia limitación. Es como tener ya armado un puzle, y en vez de ser conscientes del puzle compuesto, nos transmitiéramos a nosotros mismos las piezas sueltas.

La verborrea mental es algo muy extendido, y limita la conciencia del individuo impidiéndole ver muchos detalles que están plenamente a su alcance. Por ejemplo manteniendo la mente ocupada mientas hacemos otras cosas, y por tanto generando inseguridad de si se ha hecho bien la tarea.

Así mismo esto genera un desgaste de energía innecesario. Mucha gente acaba el día agotada mentalmente, y en muchos casos es más por su propia falta de orden mental que por el trabajo en sí. Es por tanto algo importante para trabajar y mejorar.

Si cogemos de ejemplo una tarea que necesite de una capacidad conceptual lo más clara posible, quedará más claro hasta qué punto puede ser innecesario y contraproducente pensar con palabras. Jugar bien al ajedrez requiere de un proceso deductivo, donde si bien el conocimiento forma buena parte de la fuerza del jugador, al estar delante del tablero el pensamiento tiene que ser óptimo para poder jugar con toda nuestra capacidad posible.
Si necesitáramos pasar a palabras cada deducción que hiciéramos, perderíamos mucho tiempo y se diluirían muchos detalles importantes. Así mismo sería más difícil conjuntar esas palabras con la siguiente deducción.
Por tanto tenemos que un fuerte jugador de ajedrez tendrá su mente libre de interferencias y se manejará conceptualmente, intuitivamente.

Si esto es lo que funciona bien para el ajedrez, ¿no será lo mismo para el resto de tareas? Sin duda en general es así.

Dejo para otro artículo o para la investigación del lector la que sería la principal causa de este parloteo mental: el ego y todas las inseguridades y necesidades que nos crea.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Comentarios sobre la frase de C G. Jung:

"Aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de la vida fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo sucedido. Lo que niegas te somete; lo que aceptas te transforma"


Es necesario matizar la frase “lo que aceptas te transforma” de diversas formas.
La parte más importante del concepto de la frase implica “ver las cosas como son”. Eso es necesario, porque si no nos engañaríamos y nuestras acciones consecuentes darían problemas.

También es importante recalcar que no puede entenderse de la frase el concepto “puesto que acepto como es, no lo cambio”. Aquel que tiene una conciencia amplia actúa en pos de mejorar aquello que no funciona.

La parte más difícil con diferencia es tener incorporado “ver las cosas como son”. Es difícil porque puesto que tenemos ego, manipulamos la realidad en pos de nuestros deseos. Por tanto solo ve quien supera el deseo, quien deja de necesitar, algo arto difícil puesto que la sociedad está orientada en dirección absolutamente contraria.

Es por tanto necesario un trabajo continuo y persistente de aumento del autoconocimiento y liberación de los impulsos (reflejo clarísimo de necesidad), algo que requiere de visión a largo término y valentía, puesto que nos llevará a contradicciones inevitables con nuestro entorno.

No se trata de manipularnos para creer que no necesitamos. Se trata de entender, de tener incorporado racionalmente, que en realidad no necesitamos.

Tampoco se trata de ser asceta. Es perfectamente racional y equilibrado tener preferencias por tener coche, casa, etc. Pero eso no nos va a quitar el sueño si realmente estamos equilibrados.

Adicionalmente, si crees que el exterior es un reflejo de nuestro interior como muchos sugieren, vivirás en un mar de contradicciones puesto que no encontrarás razones para cosas que van a ocurrirte. Simplemente no tenemos el control de todo puesto que no estamos solos, los demás también toman sus decisiones y muchas de ellas nos afectan. Por tanto es importante marchar en pos de un equilibrio social.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Si observamos fallos recurrentes…


Todos conocemos personas que tienen algún tipo de fallo que les ocurre a menudo. Por ejemplo expresan muchas más cosas de las necesarias para lo que se quiere hablar, se ponen nerviosas o pierden la calma ante ciertos tipos de conflictos, hablan rápido aunque se les haya dicho mil veces que no se les entiende, etc.

Este tipo de conductas, así como hechos mucho menos evidentes, muestran que la persona no es plenamente consciente de sus actos, y por tanto no tiene control completo sobre ellos.

¿Acaso tal cosa es posible? ¿Se puede tener control absoluto de uno mismo? Por supuesto se puede conseguir, y no requiere manipulación sino autoconocimiento.

A modo de resumen, es necesario ser conscientes de cuándo estamos actuando por impulso (o que parte de nuestra actuación es impulsiva) o cuándo actuamos por voluntad propia, puesto que ambas cosas son excluyentes.

El primer gran paso es ser capaces de reconocer que efectivamente un impulso no es voluntario, sino que es consecuencia de algo irracional que genera una respuesta automática.

¿Cómo ser capaces de reconocerlo? Dándonos cuenta que no llegamos a controlarlo, que emerge independientemente de que las circunstancias requieran o no ese acto.

Las primeras veces esto es algo terriblemente difícil de conseguir, puesto que la persona está tan habituada a ese tipo de reacción que considera que es algo natural, algo que forma parte de ella. Sin embargo las personas que han superado un impulso son plenamente conscientes que no tenía sentido, que eso evitaba que pudieran aplicar toda su conciencia en el momento en que estaban siendo afectadas, y por lo tanto su respuesta no era óptima.

De la necesidad de entender que tenemos un impulso emerge uno de los conceptos clave, la sinceridad con uno mismo. Es habitual que las personas no se cuestionen lo que hacen o que lo hagan muy parcialmente, pero esto es contraproducente porque limita en gran manera nuestras opciones de evolución.

Por supuesto no hay que ir al extremo de cuestionarnos todo, puesto que pronto nos generaríamos complejos que nos limitarían. Como siempre la clave es el equilibrio, no se puede abarcar todo de una vez.

Si nuestra mente está habituada a un impulso, va a intentar justificarlo por todos los medios, generando razonamientos de lo más diversos para mantenerlo. Si se observan a fondo esos razonamientos, como causa última no va a poder encontrarse nada más que un “porque sí”, es decir, nada que tenga sentido. Es lógico puesto que se está justificando algo que no tiene base.

Es por tanto necesaria cierta capacidad de análisis objetiva, que por supuesto se obtiene con la práctica. Y la objetividad requiere control sobre el propio ego. No hay nada tan generador de análisis irracionales como el ego, es decir, el no ser capaz de ver las cosas como son.
Aquel ser narcisista que busca destacar a la mínima oportunidad; aquel ser depresivo que busca generar lástima; aquella persona que busca ventaja mediante la manipulación; etc. Pero también quien está más centrado y solo manipula o se automanipula alguna vez… Todos quienes caen en estas circunstancias se están dejando llevar por su ego y nublan su visión, con lo que no pueden actuar con plena conciencia, y por tanto se alejan de su capacidad óptima de actuación.

Esto es lamentablemente algo muy habitual puesto que la sociedad no lleva a los individuos a cuestionarse estas cosas. Por tanto hay mucho trabajo pendiente al respecto, primero en nosotros mismos y luego para poder ayudar a los demás a superar estos problemas.


martes, 14 de febrero de 2012

El fracaso del impulso


El impulso es consecuencia en primera instancia de nuestra herencia genética que ha promovido lo defensivo. Saltamos para huir de un ruido a nuestra espalda, quitamos la mano al quemarnos la punta de un dedo, esquivamos un golpe de algo que nos viene encima… Por supuesto eso es enteramente correcto, no podemos estarnos a pensar “¡Huy! Me estoy quemando. Quitaré la mano…”

El problema viene al ser impulsivos también en aquello que no requiere instinto defensivo, sino que es consecuencia de una falta de análisis. Y en general esa falta de análisis es consecuencia del ego, que nos ata a preconceptos, o a lo que estamos acostumbrados, o a lo que creemos necesario...

Pongo el ejemplo de la toma excesiva de alcohol. La persona justifica el emborracharse de una u otra forma. De hecho todos los actos irracionales que cometemos van a encontrar el acomodo de una justificación mental, lo cual por supuesto no les da validez.

Algunas de las justificaciones habituales serían el buscar desinhibirse,  el no desentonar con el grupo, o simplemente que nos gusta el alcohol.

Dentro de la lógica de la justificación, el individuo no siente su acto como consecuencia de un impulso, pero eso es solo por la falta de análisis consciente.

También podría buscarse apoyo moral en el desconocimiento, por ejemplo en la época donde no se había hecho público que el tabaco perjudica la salud, pero eso ya no es válido hoy en día. Tampoco lo era antes porque la persona sabía que estaba usando el fumar para escapar de algo, y en vez de solucionar el problema escapaba de él, algo que pone en evidencia la base irracional del impulso.

Un requisito muy importante para poder solucionar el problema es darnos cuenta que tenemos la capacidad real de analizar nuestros actos dejando de lado todo el bagaje psicológico que hemos creado para no ver las cosas como son. Si te preguntas por qué lo haces, y tu respuesta es un concepto que tienes aprendido, es que estás recordando, no analizando. El análisis requiere observar sin preconceptos, y total sinceridad con uno mismo. Todo atisbo de impulso va a indicar que no se está analizando en realidad, y por tanto no habrá avance sólido.

Cuando se está acostumbrado a no analizar, o a no analizar ciertas cosas, es difícil cambiar la tendencia, pero siempre es posible. Con la práctica esto se vuelve natural, y la persona empieza a descartar instintivamente esos impulsos que ahora se da cuenta que tanto la perjudicaban.

Cuanto más impulsivos seamos más trabajo y tiempo nos va a requerir superarlo, pero la clave es no desfallecer, y la recompensa será el ver que por fin actuamos cuerdamente en eso que en el fondo nos causaba dolor interior, aunque quisiéramos disfrazarlo de placer.

Todo esto implica que nunca vas a poder encontrar una solución externa definitiva a tu pequeño impulso o a tu gran adicción, solo parches, puesto que solo la actuación consciente continua es capaz de evitar la consecuencia inevitable de actuar inconscientemente o autoengañándose, es decir, el impulso.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Las 20 personas más inteligentes de la historia

Durante toda la historia ha habido y hay personas que destacan por su gran inteligencia, su enorme capacidad para atisbar más allá no ya que el común de los mortales, sino más allá de los inteligentes que de por sí ya destacan.
Pueden controlar gran cantidad de parámetros simultáneamente, interrelacionar conocimientos aparentemente inconexos, hacer deducciones complejas con menor información que la mayoría, sacar conclusiones que escapan a los expertos en esos temas...
Si dirimieses alguna cuestión con uno de ellos, pronto solo estarías preguntándole en qué basa tal conclusión, o simplemente escuchando el desarrollo de sus argumentos.
Ante tal capacidad poco puede hacerse salvo aceptarlo y tomar lo que buenamente se pueda.

Naturalmente todo esto nos puede ocurrir también con alguien que no sea especialmente inteligente pero tenga experiencia en un tema determinado, lo que es mucho más común.

También hay quien tiene capacidades especializadas y podrá superar a la mayoría con facilidad en temáticas concretas aún sin tener especial experiencia en ello.

Aún con todo el talento, ha quedado más que claro durante toda la historia que sin trabajo no hay logros más allá de los circunstanciales, consecuencia de tratar temas relativamente vírgenes, o en caso contrario el conseguir ser un miembro no necesariamente destacado de una comunidad grande de investigadores, a parte por supuesto de los resultados logrados por azar.

En esta lista lamentablemente no pueden estar personas que han usado sus capacidades de forma anónima, que quizás tuvieron sus logros más bien locales sin trascender, que no llegaron a ser conocidas por circunstancias…

Y por fin la lista prometida, con  ranking y todo:

1. ????????????????
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20. ????????????????

Pues sí, son gente que con toda su capacidad no hicieron nada, o quizás vivieron vidas grises coleccionando moscas, o todo pasó en su cabeza sin hacer pasos concretos…
Y hay quien preguntará, ¿y qué obligación tenían de hacer nada? Por supuesto, ninguna obligación. Si yo amo a los demás estaré conectado con ellos, y voy a hacer algo por avanzar, tenga o no grandes capacidades. Cada uno decide su nivel de conexión, no hay ninguna obligación.
¿Y dónde están Goethe, Newton, Voltaire...? Pues por debajo, y por tanto no entran en esta lista.