jueves, 30 de octubre de 2014

Comunicación y empatía



Cuando queremos explicar alguna cosa, nuestra pretensión principal es lógico que sea que nos entiendan. Si no es así, si nos centramos simplemente en exponer nuestro punto sin tener en cuenta los posibles conocimientos o reacciones de la otra persona, limitamos mucho la efectividad de la comunicación.

Alguien no empático en una comunicación, ante una duda va a dar siempre el mismo mensaje sin reelaborarlo, como esperando que repitiendo lo mismo varias veces pueda comprenderse distinto. O quizás intente explicarlo distinto, pero no tenga en cuenta las reacciones del otro, las cuales pueden dar pistas de lo que no se entiende, o tampoco se le ocurra hacer preguntas clave que puedan aclarar de dónde surgen las dudas.

¿Cuántas veces hemos visto que alguien, cuando ve que no se le entiende, en vez de buscar dónde está la duda del otro habla y habla sin parar? Por supuesto eso no tiene sentido. Hay que buscar el origen de la duda interaccionando con la otra persona.

Por tanto la comunicación mejora si tenemos una mayor empatía con nuestros interlocutores, puesto que esta nos hace ser más sensibles e interactivos para encontrar lo que posiblemente no entiendan. O puede por supuesto que quienes estemos equivocados seamos nosotros, y difícilmente podremos verlo si no hay comunicación en los dos sentidos.

¿Qué hay en el otro extremo de la empatía? La imposición. Quien quiere imponerse no solo no es empático sino que es agresivo ante la duda. Por tanto muy difícilmente va a conseguir su objetivo de que los otros le comprendan, aunque probablemente no le interese que le comprendan, solo que sigan ciegamente lo que quiere imponer. Por supuesto esto va a ser terreno abonado para conflictos.

La comunicación es la base de una buena relación de cualquier tipo. Si se es empático, apenas aparecen conflictos y todo funciona mucho mejor.

martes, 29 de julio de 2014

Inteligencia y desapego



Una cualidad necesaria para la inteligencia es la de ver las cosas como son. Cuando uno puede ver cómo es algo, puede evaluarlo correctamente. Si interfiere su raciocinio con algo, va a estar menos centrado en lo que ve y por tanto lo va a evaluar peor.

Un ejemplo de interferencia sería por ejemplo el aplicar demasiados datos que uno recuerda en vez de ver las particularidades que hacen que esto que se analiza no sea exactamente igual que lo que se ha dado en la experiencia previa.

Otro ejemplo de interferencia sería el no analizar el tema, sino concluir que es lo que alguien nos ha dicho sin apenas evaluar nada.

Es por tanto necesario tener la mente libre de preconceptos para poder ver lo que hay realmente.

Ejemplificando esto con el ajedrez, podría resumirse muy por encima que un buen jugador de ajedrez es el que reconoce más patrones de posiciones y juego, y de mayor calidad. El aplicar demasiados datos conocidos previamente sería por ejemplo creer reconocer ciertos patrones y no ver ciertas características únicas. Y el creer lo que alguien nos ha dicho, típico de jugadores principiantes, sería evaluar una posición como ganada porque tomamos una idea de un profesor como algo absoluto.

Por tanto se requiere libertad en el análisis, la cual es tanto más real cuanto más desapegados estamos hacia el tema.

¿Qué tiene que ver el desapego? Tomemos el desapego no como frialdad hacia algo, sino como la capacidad de liberarnos de nosotros mismos para poder analizar algo sin interferir.

Es muy común entorpecer de distintas formas nuestra capacidad de análisis como se ha dicho mediante nuestra memoria, y por tanto no llegando a ver las cualidades únicas de la nueva situación.

Es también muy común interferir mediante la emocionalidad, la cual ofusca nuestro raciocinio por ejemplo idealizando cosas, o negativizándolas innecesariamente, o haciendo que las rechacemos reactivamente, sin mediar análisis.

En eso se basa precisamente la necesidad de estar desapegados, en la liberación personal, la cual nos dará un nuevo punto de vista único y no accesible previamente.

sábado, 11 de enero de 2014

¿Tengo una adicción?



La bebida, el fumar,… son formas de intentar cubrir necesidades que la persona tiene y no sabe razonar. Cuando uno sabe razonar un problema, es decir, verlo tal como es, luego sabe o como mínimo intenta buscar soluciones. Es importante remarcar la importancia de racionalizar cualquier problema, para no dejarnos llevar por los impulsos, que por supuesto solo nos llevan a soluciones malas, aparentes o parciales.

La impulsividad, por no tener base, crea una contradicción en la persona. Esa persona, por una cuestión de ego, necesita creer que lo que hace tiene base, lo que implica que busca racionalizar, obviamente con argumentos falsos porque no los hay, su postura o sus actos. Entonces es cuando se usan falacias tipo “ese que no bebe no sabe divertirse”, o “me gusta fumar”. Estas racionalizaciones se usan tanto, que al final la persona se las cree.

Es muy difícil darle la vuelta a esta problemática, y es una de las causas principales sino la principal de que cueste tanto ser conscientes, y luego superar, las adicciones.

Lamentablemente lo que no se entiende por raciocinio, tiende a ser entendido por el dolor, pero a veces es demasiado tarde.

Por supuesto el tema de la impulsividad y las justificaciones basadas en el ego se aplican a mucho más que las adicciones, y están presentes continuamente en nuestras relaciones diarias, lamentablemente.