jueves, 30 de octubre de 2014

Comunicación y empatía



Cuando queremos explicar alguna cosa, nuestra pretensión principal es lógico que sea que nos entiendan. Si no es así, si nos centramos simplemente en exponer nuestro punto sin tener en cuenta los posibles conocimientos o reacciones de la otra persona, limitamos mucho la efectividad de la comunicación.

Alguien no empático en una comunicación, ante una duda va a dar siempre el mismo mensaje sin reelaborarlo, como esperando que repitiendo lo mismo varias veces pueda comprenderse distinto. O quizás intente explicarlo distinto, pero no tenga en cuenta las reacciones del otro, las cuales pueden dar pistas de lo que no se entiende, o tampoco se le ocurra hacer preguntas clave que puedan aclarar de dónde surgen las dudas.

¿Cuántas veces hemos visto que alguien, cuando ve que no se le entiende, en vez de buscar dónde está la duda del otro habla y habla sin parar? Por supuesto eso no tiene sentido. Hay que buscar el origen de la duda interaccionando con la otra persona.

Por tanto la comunicación mejora si tenemos una mayor empatía con nuestros interlocutores, puesto que esta nos hace ser más sensibles e interactivos para encontrar lo que posiblemente no entiendan. O puede por supuesto que quienes estemos equivocados seamos nosotros, y difícilmente podremos verlo si no hay comunicación en los dos sentidos.

¿Qué hay en el otro extremo de la empatía? La imposición. Quien quiere imponerse no solo no es empático sino que es agresivo ante la duda. Por tanto muy difícilmente va a conseguir su objetivo de que los otros le comprendan, aunque probablemente no le interese que le comprendan, solo que sigan ciegamente lo que quiere imponer. Por supuesto esto va a ser terreno abonado para conflictos.

La comunicación es la base de una buena relación de cualquier tipo. Si se es empático, apenas aparecen conflictos y todo funciona mucho mejor.