sábado, 12 de agosto de 2017

Felicidad y realidad de las vivencias "ideales"



Acaso podamos recordar en nuestra vida, o hayamos oído de otros, relatos sobre períodos de la vida donde reinó la felicidad, donde quizás todo era maravilloso.

Es importante tomar esas vivencias como lo que son, una consecuencia de un cúmulo de circunstancias favorables que difícilmente pueden durar demasiado.

Y en otros casos la idealización solo se sostiene porque la persona ignoraba, voluntariamente o no, otras circunstancias que no eran favorables; y si fuera voluntario por supuesto sería un autoengaño.

No es mi intención quitar valor a esas vivencias, muchas de las cuales por supuesto serán genuinas. Pero sí es importante que la persona no se deje llevar por la búsqueda de tales estados de felicidad habiéndolos transformado en su estándar, y por tanto minusvalorando su estado actual. Eso conduciría a todo tipo de frustraciones y otros desequilibrios.

¿Dónde está la dificultad? ¿Por qué no puedo ser feliz, ser siempre feliz? Muchos se preguntarán.

La tan cacareada búsqueda de la felicidad es en realidad una evasión; es una huída de nuestras circunstancias actuales, las cuales consideramos no ideales, en pos de un estado donde las cosas sean mucho más fáciles, o quizás simplemente deseamos unas circunstancias distintas. Si eso se consiguiera y pasase a ser un estado permanente, el tedio o nuevas dificultades no tardarían en aparecer, y de nuevo se generarían infelicidades.

¿Es por tanto la felicidad algo inalcanzable?

La felicidad es un estático, una idealización, es una foto, un pequeño universo donde no hay cambios contrarios a nuestras circunstancias.

Tomemos por ejemplo la vida de un gran campeón de algún deporte, donde la persona es tratada con algodones por su entorno para que pueda centrarse en lo que es su fuerte. No se nos escapará que buena parte de su entorno actuará por interés, puesto que no querrán renunciar a los grandes ingresos que comporta. Eso implicará que se tolerará que la persona actúe de forma muchas veces inmadura, sin corregirle, no fuera que nos rechazase y se corte la fuente de ingresos. Lo mismo puede aplicarse a empresarios de éxito, a millonarios, a famosos de toda índole, etc.

¿Es acaso feliz esa persona que vive dentro de unas supuestas circunstancias favorables? Quizás sí lo sea en parte mientras disfruta de su deporte, de su empresa, de sus conciertos... Pero el resto del tiempo mayormente estará solo aunque esté acompañado, puesto que no tendrá una convivencia real sino ficticia, de aduladores que le mantienen alejado de la realidad. Pero como la realidad es tozuda esa persona observará cosas que no cuadran, apenas obtendrá amor incondicional real de otros, y acabará sintiéndose vacía. Y tendrá que cambiar.

Tomemos otro ejemplo completamente distinto, donde una pareja muy enamorada vive maravillosamente durante un tiempo donde todo es color de rosa. Por supuesto la realidad acaba imponiéndose y aparecen dificultades, y a partir de allí las cosas serán distintas, y la pareja algo tendrá que cambiar para poder durar.

¿Qué tienen en común ambas vivencias? El cambio. Las cosas cambian y fuerzan un cambio. O no cambian demasiado y nos hastiamos de ellas, y entonces nosotros nos vemos forzados a cambiar.

¿Por qué el cambio es inevitable? Por la imperfección, por la incompletitud. Al no ser nada perfecto inevitablemente cambiará. Las cosas no se sostienen en el tiempo. Hasta una roca acaba siendo desmenuzada, hasta una montaña desaparece.

Aspirar a un estático, a un no cambio, aspirar a la felicidad plena y continua, es una contradicción. Es esperar llegar a algo que no existe ni puede existir.

Estamos avocados al cambio, a superar nuestras dificultades actuales, a encontrar nuevas metas, en definitiva, a evolucionar.

Y sin duda el cambio será más llevadero si colaboramos entre nosotros.

Que nuestra felicidad sea el camino por entre el cambio.