martes, 14 de febrero de 2012

El fracaso del impulso


El impulso es consecuencia en primera instancia de nuestra herencia genética que ha promovido lo defensivo. Saltamos para huir de un ruido a nuestra espalda, quitamos la mano al quemarnos la punta de un dedo, esquivamos un golpe de algo que nos viene encima… Por supuesto eso es enteramente correcto, no podemos estarnos a pensar “¡Huy! Me estoy quemando. Quitaré la mano…”

El problema viene al ser impulsivos también en aquello que no requiere instinto defensivo, sino que es consecuencia de una falta de análisis. Y en general esa falta de análisis es consecuencia del ego, que nos ata a preconceptos, o a lo que estamos acostumbrados, o a lo que creemos necesario...

Pongo el ejemplo de la toma excesiva de alcohol. La persona justifica el emborracharse de una u otra forma. De hecho todos los actos irracionales que cometemos van a encontrar el acomodo de una justificación mental, lo cual por supuesto no les da validez.

Algunas de las justificaciones habituales serían el buscar desinhibirse,  el no desentonar con el grupo, o simplemente que nos gusta el alcohol.

Dentro de la lógica de la justificación, el individuo no siente su acto como consecuencia de un impulso, pero eso es solo por la falta de análisis consciente.

También podría buscarse apoyo moral en el desconocimiento, por ejemplo en la época donde no se había hecho público que el tabaco perjudica la salud, pero eso ya no es válido hoy en día. Tampoco lo era antes porque la persona sabía que estaba usando el fumar para escapar de algo, y en vez de solucionar el problema escapaba de él, algo que pone en evidencia la base irracional del impulso.

Un requisito muy importante para poder solucionar el problema es darnos cuenta que tenemos la capacidad real de analizar nuestros actos dejando de lado todo el bagaje psicológico que hemos creado para no ver las cosas como son. Si te preguntas por qué lo haces, y tu respuesta es un concepto que tienes aprendido, es que estás recordando, no analizando. El análisis requiere observar sin preconceptos, y total sinceridad con uno mismo. Todo atisbo de impulso va a indicar que no se está analizando en realidad, y por tanto no habrá avance sólido.

Cuando se está acostumbrado a no analizar, o a no analizar ciertas cosas, es difícil cambiar la tendencia, pero siempre es posible. Con la práctica esto se vuelve natural, y la persona empieza a descartar instintivamente esos impulsos que ahora se da cuenta que tanto la perjudicaban.

Cuanto más impulsivos seamos más trabajo y tiempo nos va a requerir superarlo, pero la clave es no desfallecer, y la recompensa será el ver que por fin actuamos cuerdamente en eso que en el fondo nos causaba dolor interior, aunque quisiéramos disfrazarlo de placer.

Todo esto implica que nunca vas a poder encontrar una solución externa definitiva a tu pequeño impulso o a tu gran adicción, solo parches, puesto que solo la actuación consciente continua es capaz de evitar la consecuencia inevitable de actuar inconscientemente o autoengañándose, es decir, el impulso.